El fútbol en sí tiene sus cosas buenas y malas. Últimamente son más malas que buenas. Pero hay acontecimientos que marcan la vida personal del individuo que quiere ser futbolista. Desde chico lo sufren, lo padecen y lo conviven. En este deporte que mantiene vivo la esperanza de los jugadores, el primer desafío es superar la barrera social. Esto significa, tener dinero para que su familia y él vivan mejor.
Hace poco, el club Villa Siburu volvió a competir en escuelita por la Liga Cordobesa Fútbol luego de muchos años. Oscar Garro, técnico de la escuela de fútbol del propio club y de Villa Azalais, nos contó de una situación particular que se dio con uno de los jugadores de Villa Siburu:
-Tenemos un niño que pide moneditas desde las 9 hasta las 11 de la mañana y después se va a la escuela. La mamá vive en La Calera y el niño fue el primero en traer el carnet pero sin la autorización de algunos de los padres no podía hacer el carnet. Lo que hizo fue juntar la plata la trajo en un remis a ella para hacerle la autorización. Acá todos los niños son iguales y no hay preferencias. Si tenemos un pan lo compartimos entre todos y si tenemos una taza de té lo tomarán todos de ahí. Siempre buscamos la contención de los chicos que no la tienen.
-Sorprende la actitud del niño de haber traído a su mama, de hacerse el carnet y de que lo haya hecho con la plata que junto en la calle.
-Eso es lo más llamativo. Él es bueno y se porta bien en la escuela. Nosotros apuntamos a eso, a ser una buena persona en el día de mañana. Los chicos antes de ser jugadores de fútbol son compañeros, amigos y personas. Este pibe no tenía botines y una señora, que lo conoció un par de veces, le compró un par para jugar. La realidad también es que hay uno o dos pares de botines que lo usan dos o tres chicos.
-¿Cómo se llama el chico?
-Rodrigo Basualdo.
Rodrigo tiene apenas 11 años. Va al 5° grado y vive con su tío en Villa Siburu. Él se gana la vida repartiendo folletos en la Avenida Colón y Sagrada Familia. Su mamá padece de una enfermedad y fue el primero en hacerse el carnet para jugar en el torneo. Pudimos hablar con el sobre esta situación inédita
-Rodrigo, ¿Nos poder contar como hiciste para hacerte el carnet y traer a tu mamá?
- Comencé de chico repartiendo folletos en Colón y Sagrada Familia. Cuando me enteré de que debía pagar el carnet, empecé a juntar de a poco la plata para pagarlo. Mi mamá vive en La Calera y le pague el remis para que venga y fuimos a hacer el carnet.
-¿Qué sentís por lo que hiciste? Porque es poco común.
-Estoy contento. Necesitaba hacerlo para poder jugar.
-¿De qué puesto jugas?
-Antes jugaba de 9 y ahora me pusieron de 7.
-¿Cómo era entrenar con tus botines viejos?
-Cuando estábamos entrenando, llovía un montón. Me resbalaba y no podía correr.
-¿Y ahora te pasa lo mismo?
-No, porque los que tengo ahora son nuevos.
-¿Qué querés ser cuando seas grande?
-Ser jugador de fútbol.
-¿Cómo está tu mamá con todo esto?
-Está contenta que puedo jugar el sábado.
Como pudimos leer, hay historias que contar en la odisea de los pequeños jugadores que sueñan todos los días en formar parte de la sociedad. Su lucha marca un gran sacrificio en el que no todos los valoran de igual manera. Pero Rodrigo está contento por dos motivos: Puede jugar este sábado y porque está feliz de que su mamá lo esté también.